Era una tarde oscura y gris, a pesar de que algunos rayos de sol se filtraban por las espesas nubes, el viento agitaba los árboles, amenazaba tormenta; se veía la mar agitada y una pequeña bandera roja ondeaba a lo lejos.
Salí a la calle, a pesar del panorama y, una suave brisa rozó mis mejillas, tenía la nariz roja por el frió, pero no podía quedarme en casa, no tenía ganas de hacer nada, pero tampoco de estar quieta.
Noté una vez mas aquella maravillosa brisa, el familiar olor a sal y el rugido de las olas. Cerré los ojos, sentí como uno de esos tenues rayos de sol me rozaban la piel y una calidez inmensa me invadió, el recuerdo de los veranos en la casa de la playa, de una infancia olvidada y una adolescencia perdida, sin preocupaciones ni sufrimientos, sin problemas...sólo el disfrute de aquellos años de inocencia,en los que descubrí el mundo, descubrí la vida.
Entre tanto, ensimismada en mis pensamientos, noté una presencia a mi lado y abrí los ojos rápidamente, asustada porque el extraño no decía nada. Al levantar la vista pude verlo, era un hombre grande, alto y corpulento, con la musculatura marcada y unos rasgos duros, muy marcados. Llevaba una gabardina negra que le cubría prácticamente los pies y le confería el aspecto de un forastero que no sabe el camino de vuelta a casa y a la vez, el de un asesino.
Tuve un sentimiento, un instinto de protección, algo que me decía que debía desaparecer de ahí, fuera como fuera. Pero el hombre debió de leerme el pensamiento y, cuando me giré para huir y empezar a correr, me cogió de la muñeca...
2 comentarios:
La calle, las olas, la brisa, el mar, una tormenta. Todo estaba allí antes. Y estará allí siempre. Estas fuera, libre, pero alguien te ha cogido del brazo.
Da igual, la tarde era gris y oscura. Estaba agitada de leer el pensamiento.
Inquietante.
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